Leeré Rayuela de Julio Cortázar

En ocasiones los clásicos tienen que esperar años para que los lea, este es un libro que he tenido en pendiente por mucho tiempo y hoy al fin lo voy a disfrutar

De Julio Cortázar afortunadamente ya he leído varias cosas de su obra,me gustan especialmente los cronopios,

Un libro que espero disfrutar mucho, mucho tiempo de espera y a retomar el ritmo,que últimamente me he quedado sin leer y he demorado mucho en leerme los dos más recientes libros
Julio Florencio Cortázar (Julio Cortázar), (1914-1984), escritor argentino que fue un intérprete genial de la narración tanto por la estructura narrativa como por el uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor pare de su vida —ciudad en la que murió— y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina, es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana.

Cortázar
Julio Cortazar

Nació en 1914 en Bruselas. En 1918 se trasladó con su familia a Argentina, donde estudió las carreras de magisterio y letras. Durante cinco años trabajó como maestro rural. En 1938 publicaría, bajo el seudónimo de Julio Denis, un libro de poemas llamado «Presencia». Entre 1945 y 1951 trabajó como traductor, encargándose de la traducción al castellano de las obras completas de Edgar Allan Poe, así como de obras de G.K. Chesterton, André Gide o Daniel Defoe. En 1951 rechazó un puesto de profesor en la universidad de Buenos Aires debido a su oposición al peronismo. Ese mismo año se trasladó a París con una beca del gobierno francés, y allí permaneció ya para siempre, trabajando como traductor de la UNESCO. También en este año publica «Bestiario», su primera gran obra. En 1963 publicó «Rayuela«, que se convirtió de inmediato en un gran éxito, lo que le lanzó al reconocimiento universal. En 1981 aceptó la ciudadanía francesa, aunque sin renunciar a la argentina. Murió en 1984, en París.

Gran parte de su obra constituye un retrato, en clave surrealista, del mundo exterior, al que considera como un laberinto fantasmal del que el ser humano ha de intentar escapar. Una de sus primeras obras, Los reyes (1949), es un poema en prosa centrado en la leyenda del Minotauro. El tema del laberinto reaparece en Los premios (1960), una novela que gira alrededor del crucero que gana un grupo de jugadores en un sorteo, y que se va convirtiendo a lo largo del relato en una auténtica pesadilla.

El Cortázar de los cuentos ha creado escuela por sus propuestas sorprendentes, su estilo vanguardista y sus atmósferas fantásticas e inquietantes que retoma la de los relatos de su compatriota Jorge Luis Borges. El ritmo del lenguaje recuerda constantemente la oralidad y, por lo tanto, el origen del cuento: leídos en voz alta cobran otro significado. Lo curioso de estos relatos es que el lector siempre queda atrapado, a pesar de la alteración de la sintaxis, de la disolución de la realidad, de lo insólito, del humor o del misterio, y reconstruye o interioriza la historia como algo verosímil.

Entre las colecciones de cuentos más conocidas se encuentran Bestiario (1951), Las armas secretas (1959), uno de cuyos relatos, `El perseguidor’, se ha convertido en un referente obligado de su obra; Todos los fuegos el fuego (1966); Octaedro (1974), y Queremos tanto a Glenda (1981). Entre el relato y el ensayo imaginativo de difícil clasificación se encuentran Historias de cronopios y de famas (1962), una especie de collage extraño sobre situaciones de la vida cotidiana interpretadas de una manera chocante; La vuelta al día en ochenta mundos (1967) o Último round (1969). También escribió algunos poemarios como Presencia (1938), Pameos y meopas (1971) o Salvo el crepúsculo (póstumo, 1985).

Rayuela

Rayuela (1963), la obra que despertó la curiosidad por su autor en todo el mundo, implica al lector en un juego creativo en el que él mismo puede elegir el orden en que leerá los capítulos: lineal o alternado, siguiendo un modo poco convencional predeterminado, pero que en esta propuesta ya se sugiere la atemporalidad e incluso que el lector haga una incursión personal en el libro; con ello lo que está proponiendo es la de(s)-construcción de un texto. En esta obra, Cortázar se enfrenta al problema de expresar en forma novelada los grandes interrogantes que los filósofos se plantean en términos metafísicos.

Se trata de representar el absurdo, el caos y el problema existencial mediante una técnica nueva. El autor pretende echar abajo las formas usuales de la novela para crear ex profeso una antinovela, sin trama, sin intriga, sin descripciones ni casi cronología. Él mismo dice que quería superar el falso dualismo entre razón e intuición, materia y espíritu, acción y contemplación para alcanzar la visión de una nueva realidad, más mágica y más humana. Al final de la novela, en oposición a la novela clásica o tradicional, quedan interrogantes sin resolver, como en la vida misma: nada se cierra, todo está abierto a múltiples mundos.

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